lunes, 24 de diciembre de 2012

Sus ojos, bueno, más que sus ojos, su mirada. Nadie antes me había mirado de esa manera. Es imposible no enamorarse cuando te mira así, con sus ojos verdes que te hacen verlo todo mucho más claro. 

Qué bonita esa mirada de amor, puro amor, cuando te mira como si no necesitara nada más en el mundo, como si le completaras. Imposible explicarlo, miles de poetas han intentado hacerlo y no han conseguido ni acercarse a lo que expresaba él cuando me miraba.

Y más difícil aún de explicar es lo que me hacía sentir. Vértigo. Sí, vértigo. Algo así era estar apoyada sobre su pecho y que te acariciara el pelo y de repente...ZAS! Su jodida mirada que enamoraría hasta a los que no creen en el amor. Y justo después llega el miedo, nunca antes había sentido tanto miedo. Miedo de enamorarme (aunque ya era demasiado tarde), miedo sobre todo a perder algo que amaba, que se había convertido en imprescindible para mí. Quizás fue el miedo a perderle el que me impidió tenerle, qué putada. 

Me siento afortunada de haber sido la primera a la que amó lo suficiente como para dedicarle sus ojos cada noche, y la primera que le miró totalmente enamorada (y aunque otras le amen mejor, yo le amé más).

Sigo aquí, octavo piso del portal en el que tantas veces nos besamos. Pero él no vuelve, por si acaso no he vuelto a mirar a nadie como lo hacía con él. Como le prometí, sigo sonriendo, pero mis ojos reflejan demasiada tristeza. 

Por si te da por volver, sigo esperando con el folio en blanco a que me vuelvas a mirar     con tus ojos amor, a ver si consigo transformar de una vez tu mirada en poesía y compartimos una vez más cama y sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario